lunes, 9 de agosto de 2010

ESE SILLÓN


Mencionaste que ella solía sentarse en el sillón de la sala con la quietud propia de las personas de edad y que al recordarla y ver el sillón vacio, algo se estremece y agita en tu interior. Tal parece que en la vida de cada uno de nosotros hay un sitial vacio y que cada vez que uno lo mira, pareciera estar allí esa persona amada, que partió primero. En mi caso es un sillón de respaldo alto, su madera brilla y está trabajada en patas y brazos., tiene cuero repujado en el asiento y también en el respaldo, todo su aspecto grita años de antiguedad, los mismos que tienen las otras piezas del amoblado, dos sillones y un sofá, que siempre - desde que los recuerdo- han estado acompañados de una mesa de juego, cuyo tablero espera a dos ajedrecistas.
Llaman la atención, son bellos, se han transformado en un punto de atracción de la recepción del hostal, parecen fuera de lugar sinembargo complementan esa ala de la habitación; algunos pasajeros más conocedores del tema se aventuran a dar fechas, incluso origen y se preguntan de qué convento salieron. Yo sonrío y me gustaría decirles que forman parte de mi memoria, que nunca supe de dónde llegaron, sólo que estaban alli, en la sala de juegos junto al librero inglés, al arrimo francés, y donde un bergere se acompañaba de un pequeño pouf de cuero, para que quien se sentaba en él, pudiese apoyar los pies.
Aquél era un lugar especial, solíamos tomar el aperitivo, jugar al naipe, pasar la tarde viendo televisión o tal vez leyendo, un rincón especial en la casa grande y sin lugar a dudas el preferido de papá. Hasta ahí llegaba por las tardes después de la oficina y disfrutaba de la tranquilidad para leer un diario o ver un noticiero. Según lo que hiciere era el asiento que ocupaba: el bergere para ver televisión, el frailero y la mesa para sacar solitarios o jugar al naipe.
Por las noches después de cenar, aquél rincón era bueno para coloquios, secretos y planes. Parte de la historia familiar se tejió allí y sus muros y esos muebles fueron testigos de múltiples sermones paternales, autorizaciones y también negativas, como a la vez de alegres juegos, interminables puzles y jocosas reuniones intimas.
Si, ahora los miro todos los días, no se cuál de los dos sillones era el que él usaba, su recuerdo y su señorío, su pelo blanco, sus ojos verdes, su bello cutis, su sonrisa fácil y sus hermosas y fuertes manos...se me hacen presente cada día, como a tí la presencia de ella en ese sillón vacio.

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