lunes, 9 de agosto de 2010
LOS DEPARTAMENTOS
Alguien me dijo que vivir en un departamento era más práctico que hacerlo en una casa., debo haber puesto cara de pregunta, porque rápidamente agregó: te voy a dar un ejemplo práctico, cuando uno se va de viaje o de vacaciones y vive en un departamento cierra la puerta y sale, olvidándose de cuidadores, pasto que regar o veredas que barrer., en cambio si vives en una casa tiene un montón de complicaciones que incluyen hasta la comida del perro o del gato que tengas. Y continuó argumentando: vivir en un departamento es más barato que en una casa, no tienes que pagar jardinero, te cuidan mientras duermes y pobre de los que meten bulla, porque la junta de vigilancia del edificio los hace pebre. Agregó a sus anteriores comentarios que calefaccionar una casa era lejos más caro que hacerlo en un departamento, por muy chica que sea la casa, esa historia de abre y cierra puertas se lleva todo el calor de la estufa, en cambio en un departamento es más fácil mantenerlo abrigado.
A las perdidas, me dijo, puede que te toque la suerte de tener vecinos friolentos, van a poner la calefacción a todo vapor y tú, como el queso de un emparedado, al medio, abrigadita. Su último argumento fue: los niños saltan en los muebles dentro de una casa o de un departamento, de qué te preocupas.
Lo que no me dijo fue que, cuando se vive en un edificio con muchos departamentos, no se conoce a nadie, porque todo el mundo tiene miedo de saludar a extraños., que la piscina – en el verano- es una colmena de niños pequeños gritando y como que tu balcón esté cercano a ella, adiós siesta. Tampoco mencionó la historia de los estacionamientos de invitados, que los ocupan los residentes, entonces cuando vienen tus amigos están obligados a estacionarse a una cuadra de distancia, lo que los mantiene nerviosos durante toda la velada. Nada dijo del vecindario, que a veces es casi como una película, como el señor que vive en el otro edificio y cuelga su ropa en el balcón, como si fuera una bandera al viento y ni hablar del que hace asados en la terraza en una parrilla eléctrica, donde con suerte le cabe un kilo de carne. Tampoco me habló de esos trepan por cornisas y balcones buscando departamentos sin moradores para desvalijarlos. No, nada me dijo de eso, sólo las bondades que le parecían buenas: cerrar la puerta y salir de vacaciones, total él no lava ropa, no hace aseo ni está todo el día encerrado en una torre de cristal y hormigón.
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